Una razón más para que vayas al MO

Testimonios

Una razón más para que vayas al MO

Por Juan Pablo Masramón

Un hermoso himno de la liturgia de las horas se hace eco del gran don de Dios para con todo hombre: “…a tí te inventé las manos, y un corazón que no duerme…”.

Una razón más para que vayas al MO

Y precisamente el MO permite redescubrir este inapreciable regalo que Dios nos ha hecho: nuestras manos. Manos que se unen en un proyecto; manos que se tienden al necesitado; manos que agarran herramientas para trabajar; manos que se juntan para rezar; manos que se abren para dar y para darse; manos que escriben la historia; manos que se ponen a la obra. 

Son manos que están llamadas a hacer cercanas y palpables las mismas manos de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir.

Son manos que están vivas precisamente porque el corazón no está dormido frente a las necesidades de nuestros hermanos. Son manos que no dejan que el corazón se duerma.

Cada proyecto, cada visita, cada esfuerzo, cada obra, despierta cada día más y más nuestro propio corazón y el de los demás.

La experiencia de comunidad y de servicio concreto a los demás vivida en el MO, a partir de los talentos y dones que posee cada uno conforme a lo que ha estudiado o está estudiando, es plenamente enriquecedora no sólo para los hermanos que nos esperan en el barrio, sino también para cada uno de los moenses, ya que como bien enseña San Francisco, es dando que se recibe.

Hay que animarse a realizar la experiencia de abrir nuestras propias manos y ponerlas a la obra, animarse a cambiar el mundo con nuestras manos. Hay que aventurarse a brindarle a los demás algo de lo mucho que Dios gratuitamente nos ha dado por amor.

Vivir el MO es una manera concreta de vivir el evangelio, de amar a Jesús en los más necesitados, de escuchar de sus labios:

“…les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40).

Manos a la Obra | Rosario
Una razón más para que vayas al MO

Un hermoso himno de la liturgia de las horas se hace eco del gran don de Dios para con todo hombre: “…a tí te inventé las manos, y un corazón que no duerme…”.

Y precisamente el MO permite redescubrir este inapreciable regalo que Dios nos ha hecho: nuestras manos. Manos que se unen en un proyecto; manos que se tienden al necesitado; manos que agarran herramientas para trabajar; manos que se juntan para rezar; manos que se abren para dar y para darse; manos que escriben la historia; manos que se ponen a la obra. 

Son manos que están llamadas a hacer cercanas y palpables las mismas manos de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir.

Son manos que están vivas precisamente porque el corazón no está dormido frente a las necesidades de nuestros hermanos. Son manos que no dejan que el corazón se duerma.

Cada proyecto, cada visita, cada esfuerzo, cada obra, despierta cada día más y más nuestro propio corazón y el de los demás.

La experiencia de comunidad y de servicio concreto a los demás vivida en el MO, a partir de los talentos y dones que posee cada uno conforme a lo que ha estudiado o está estudiando, es plenamente enriquecedora no sólo para los hermanos que nos esperan en el barrio, sino también para cada uno de los moenses, ya que como bien enseña San Francisco, es dando que se recibe.

Hay que animarse a realizar la experiencia de abrir nuestras propias manos y ponerlas a la obra, animarse a cambiar el mundo con nuestras manos. Hay que aventurarse a brindarle a los demás algo de lo mucho que Dios gratuitamente nos ha dado por amor.

Vivir el MO es una manera concreta de vivir el evangelio, de amar a Jesús en los más necesitados, de escuchar de sus labios:

“…les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40).

Una razón más para que vayas al MO